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56 años de Stonewall: motivos para seguir luchando por los derechos LGTBI.

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Por Arturo Moreno. Innicia.

Junio, 2025

Este 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTBI, se cumplen 56 años desde los disturbios de Stonewall que dieron origen a esta jornada de lucha y reivindicación de derechos. Pese a los avances legales de los últimos 20 años, la LGTBIfobia mantiene una presencia estructural en nuestro país y sus efectos van más allá de las víctimas directas, haciendo imprescindible continuar trabajando hasta lograr su erradicación.

Según el último informe sobre la evolución de los delitos de odio en España del Ministerio del Interior (2024), los delitos motivados por LGTBIfobia en 2023 fueron los segundos más denunciados, detrás de los motivados por racismo y xenofobia, siendo el 23,37% del total: 522 denuncias, un 13% más que en el año anterior.

Existen desigualdades en la denuncia de incidentes de odio: denuncian más los hombres, afrontando las mujeres LGBTI barreras como por ejemplo un miedo particular a no ser tomadas en serio por las autoridades y a la revictimización, e impactos psicosociales diferenciales (las mujeres sufren niveles más altos de victimización psicológica y social, mientras que los hombres afrontan más violencia física, y las personas trans sufren mayor exclusión social y problemas de salud mental asociados con la discriminación continua).

Sin embargo, los datos de Interior solo reflejan los hechos denunciados. Los datos de entidades sociales elevan estas cifras, al tener en cuenta también infracciones administrativas y hechos que no se llegaron a denunciar. Según la encuesta “Estado LGTBI+ 2025” de la FELGTBI+, en 2024 hasta 819.000 personas LGTBI fueron víctimas de acoso, 1.282.500 víctimas de discriminación y 812.000 víctimas de agresión física o verbal.

El mensaje detrás del golpe.

Se han abordado ampliamente las consecuencias individuales de los delitos de odio y hechos discriminatorios en las víctimas directas: ansiedad y estrés postraumático, depresión o tristeza, miedo, vulnerabilidad y enfado, baja autoestima y autoconcepto, aislamiento social, somatizaciones y problemas de sueño, también puede afectar negativamente a las relaciones personales y llevar a una reevaluación de la identidad y a miedo a la denuncia y desconfianza en el sistema legal. Abordar estas consecuencias adecuadamente es fundamental, y desde Innicia se identificaron en 2024 las competencias, habilidades y buenas prácticas necesarias en la intervención con víctimas de LGTBIfobia, en el estudio financiado por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 que puedes ver aquí.

Pero es necesario ir más allá de las víctimas individuales en el análisis. No se debe olvidar que un incidente de odio es un mensaje: la agresión a una persona LGTBI es un mensaje a todas las personas LGTBI, indicándolas que no son bienvenidas en la sociedad. El delito de odio tiene víctimas individuales, pero su objetivo final es grupal: la persona agresora no se está dirigiendo únicamente a su víctima, ni siquiera principalmente. El carácter psicosocial del delito de odio es lo que lo distingue de otros delitos violentos.

Los actos de discriminación u odio trasladan el mensaje de que las personas LGTBI no son dignas, y dado que el autoconcepto surge en gran parte de las interacciones sociales, el mero hecho de ser LGTBI puede generar sentimientos de inferioridad, exclusión o impotencia, aunque no se haya sido víctima directa de una agresión. En numerosas ocasiones, todo esto lleva a las personas LGTBI a fingir no serlo: las personas que pertenecen a comunidades vulnerables aprenden a negociar su seguridad con este mecanismo.

Visibilidad para ser libres.

Cada insulto, cada agresión, cada publicación en redes dirigida a una persona LGTBI lleva la misma nota al pie: “podría ir a por cualquiera de vosotros”. Ese dardo colectivo empuja a muchas personas LGTBI a bajar la voz, ocultar la pluma o soltar la mano de su pareja antes de pasar por según qué lugares. Por eso, el Orgullo sigue siendo un acto de legítima visibilidad: convertir la vergüenza que se pretende imponer en pancarta, teñir la calle de color para recordar que las leyes son un comienzo y que la igualdad se mide en la libertad de ir sin disfraces, sin miedo y sin armarios.

Mientras haya personas obligadas a esconder quiénes son, seguirán sobrando razones para manifestarse en el Orgullo LGTBI.

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